¿Cómo llorar?
Para B. y Rodrigo M., por las marcas del lenguaje
–No llores más.
Y lloro más para contrariar.
Mi lluvia no aprendió a detenerse bajo el paraguas de ningún ser: ni del pasajero en el metro, ni del mesero en el restaurante. Mis lágrimas son un granizo que parte la indiferencia.
Aunque a llorar se aprende. Se colorean mandalas de tristeza una tarde y luego se pintan óleos de felicidad por la noche. Hay que saber de dónde viene el llanto o terminamos con una obra pobre que solo hace que sobreviva una incomodidad en nuestro espíritu acuoso. Para saberlo, acudir a la memoria y a los sentidos. El motor de las lágrimas son imágenes, como en la literatura. Entonces, llorar con recuerdos para reconocer el sentimiento: una calle que huele al ataúd de mi abuela; una alfombra que se siente como mi perro inválido; una carta que tiene la voz de mi amado; un elogio que se escribe sonriendo; el timbre de la puerta del metro en bucle; un hacha de sueños que me degolla.
Llorar debe ser satisfactorio. Pensar en el acto como en la almohada: mal usada puede causar un dolor de cabeza; si se logra con eficacia habrá incluso sueños.
Desprender salado el jarabe dulce para el cuerpo. Medicar con mar y no con ríos. Que no se distinga si es de la nariz o del ojo. Porque el sentimiento también se expresa en los mocos. Tener a la mano un pañuelo para permitir el tránsito.
Respirar de vez en cuando. Descansar para que el arte no despierte insomne. Absorber el viento despacio para que las mareas no se vuelvan tsunamis mortales. Dejar que las playas del corazón iluminen a un cerebro cansado de trabajar.
El tiempo poco importa. El lloriqueo es capaz de condensar una infancia tanto como una muerte. Si la imagen es el motor, el tiempo es el modelo, pero nada más. El ayer, el hoy y el mañana están repletos de emociones gimientes.
Lo que de verdad apremia dominar es el espacio. Volvemos al principio: mi lluvia no aprendió a detenerse bajo el paraguas de ningún ser. Todos los lugares son para llorar, pero hay que alterar la idea de que no. Hay que regar los lugares secos y los húmedos. No hay sitio en esta tierra que no necesite agua. Sobre todo se debe llorar en lo concurrido, volver la pena o la alegría pública y no abandonarla a lo individual (sueño moderno), no condenar al aislamiento, a la ansiedad, al olvido. Contener es llevar a la explosión, lastimar a los intestinos y a la mente.
Mas llorar no es resolver, así como cocinar no es nutrir. Pensar en el llanto en su fin: expresar y crear. La obra que sale iluminará al artista y lo dejará menos pesado, pero después de pasear por su museo emocional, la vida continúa, y esa es incontenible.
Rorris y todo el mundo tiene que leer tus escritos!!!
ResponderBorrarGraciaaaaaas, Fanny. Un saludotee.
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